Desde que comenzó la pandemia del covid-19 las actividades de la Cofradía han tenido que ser modificadas para adaptarse a las circunstancias. Durante el confinamiento domiciliario no se pudo acompañar a los difuntos, y en Semana Santa se anularon todos sus actos: no rezamos las cruces el Viernes de Dolores, tampoco se hizo el triudo, no subimos el Santo Sepulcro al Pilar ni se traslado el Miércoles Santo, y aun menos se procesionó el Sábado Santo, no estuvimos en la Cena del Señor el Jueves Santo para rememorar la primera Eucaristía ni acompañamos al Señor hasta el Monumento, los putuntunes no desfilaron en las procesiones ni se hizo «la riña» para escenificar la resurrección del Señor.
Pero sí hubo Semana Santa, cada hermano la llevo de una forma personal, más intima, desde sus casas, con sus familias. Pudimos rezar las cruces del calvario el Jueves por la noche recitadas por megafonía, tocando el tambor, al igual que en «el pregón» del Viernes Santo. Fue una Semana Santa diferente.
La Cofradía sí pudo celebrarel día del Corpus Cristi aunque con el aforo limitado de la iglesia y realizando la procesión por dentro del templo, con mascarillas y sin la presencia de los comulgantes pues tampoco se pudieron hacer las primeras comuniones. Fue un día de sentimientos encontrados, entre el reencuentro de los hermanos por primera vez al permitirse desplazamientos, dando gracias por volver a estar juntos con la presencia de Nuestro Señor, pero con la tristeza de la situación que nos está tocando vivir y la imposibilidad de hacer tantas cosas que nos son comunes y que habitualmente no sabemos apreciar lo agraciados que somos por tenerlas.