Desde la baja Edad Media se extendió la costumbre de resguardar cada Jueves Santo las sagradas formas en un lugar apartado llamado Monumento. En la España del siglo XVI, con el incremento del culto eucarístico, se amplió la decoración de los Monumentos con unas grandes estructuras artísticas que se montaban cada año para Semana Santa, que tomaron igualmente el nombre de Monumentos. Esta arquitectura provisional tuvo su mayor esplendor en el barroco. Por su propia estructura efímera, son pocos los Monumentos que han llegado hasta nuestros días sorteando los avatares de la historia. En el Bajo Aragón, sólo ha sobrevivido el de Samper de Calanda.

El traslado de las sagradas formas al Monumento se ha hecho siempre el día de Jueves Santo tras la ceremonia vespertina que rememora la Última Cena con la que Jesús instauró el sacramento de la Eucaristía. Todos estos actos sacramentales le son propios a las cofradías del Santísimo Sacramento, por lo que la hermandad de Calanda ha participado en ellas desde su constitución.
Por el inventario de 1593, se sabe que en esos años la parroquia de Calanda ya montaba algún pequeño tipo de estructura decorativa al encontrase fusta (madera) y un arca para el Monumento en el apartado de “fornamentos”.

No se dispone de ninguna otra noticia de cómo fue adornado el Monumento en la parroquia hasta que el Padre Mindán nos describe el que conoció en su niñez a principios del siglo XX:
Después de la misa cantada se trasladaba el Santísimo al Monumento, que se instalaba en el fondo de la nave del lado del Evangelio. Había unas estructuras de madera y cartón, pintadas, representando asuntos alusivos al misterio del día, tomados del Antiguo y Nuevo Testamento. Esos grandes paneles se colocaban en el fondo y en las paredes laterales formando como un túnel; después muchas velas y flores y los putuntunes (soldados romanos) haciendo guardia permanente día y noche, por grupos de turno.
Recuerdos de mi niñez. Padre Mindán Manero, pág, 64
El monumento estaba preparado en el fondo de la nave de la Iglesia que da a la plaza. Era un monumento grandioso compuesto con elementos que se guardaban de un año para otro. En el centro, y a una cierta altura, estaba el sagrario; delante, una serie de escalerillas llenas de flores y de velas encendidas; al pie de la escalerilla había unos reclinatorios donde hacían la vela los hermanos de varias cofradías durante todo el día y durante toda la noche, hasta la mañana del Viernes Santo. También estaban, como haciendo guardia, lo pututuntunes.
Calanda. El sueño de los tambores. Varios – Padre Mindán Manero, pág 44
Se desconoce cuándo se construyó este Monumento que decoró la parroquia cada Semana Santa hasta su destrucción en 1936. La primera información data de 1833, cuando la Cofradía del Santísimo se hizo cargo de su restauración, por lo que su antigüedad se puede cifrar, al menos, a finales del siglo XVIII.
Nada se sabe sobre quién lo creó, la calidad de sus pinturas, cuantas eran ni qué representaban salvo que eran “asuntos alusivos al misterio del día, tomados del Antiguo y Nuevo Testamento”, nada explicito pues eran los motivos habituales en estas estructuras artísticas. Por la descripción que hace el padre Mindán, perteneció al tipo conocido en Aragón como “empaliada” (derivado de palio) similar al Monumento aún existente en Biscarrués. Estaba formado por una estructura de madera en forma de corredor o túnel, aunque sin techo, sobre la que colgaban las pinturas alusivas al misterio del día. El tamaño del Monumento debía ser amplio, grandioso lo define el Padre Mindán quien describe como su interior albergaba una escalerilla hacia el sagrario, el propio sagrario y un número desconocido de reclinatorios donde se hacia la vela.
Una vez se montaba el Monumento, la decoración de su interior podía variar de año en año usando alfombras, velas y la muy antigua costumbre de poner flores e incluso plantas, tal y como relata el Padre Mindán.

Lo más probable es que la construcción del Monumento de la parroquia de Calanda fuese costeado por la Cofradía del Santísimo y, por ello, siempre estuvo a su cargo: sufragó su restauración (1833), compró artículos para adornarla – alfombras vendidas en 1890 – y desde antiguo, según Mosén Vicente Allanegui que pudo consultar los antiguos libros de la Cofradía ya desaparecidos, cada Semana Santa pagaba la cera de las velas que lo adornaban día y noche – que suponían un importe considerable- y gratificaba a los operarios que lo montaban y desmontaban, apareciendo reflejado estas obligaciones en los estatutos de 1926, el más antiguo que se dispone:
Disponer el armar y desarmar el Monumento, así como alumbrarlo con las velas que fuesen necesarias según el criterio del Prior
Estatutos de la Cofradía del Santísimo Sacramento, 1926. Pág.13
El lugar dónde se colocaba el Monumento – en el lado del Evangelio – también tiene relación con la Cofradía. Hoy en día este espació está ocupado por el Sagrado Corazón y el paso del Santo Sepulcro, pero antiguamente albergaba el altar de San Roque hasta el incendio que lo destruyó durante la epidemia de cólera de 1885. Dicho altar estuvo desde antiguo a cargo del Santísimo pues tuvo integrada en su organización a la cofradía de jóvenes de San Roque desde inicios del siglo XVIII.