Agustín Gabarrús Gayán
Hermano Electo
Abril 2022
Oración escrita y recitada por el hermano Agustín Gabarrús al final del traslado del Santo Sepulcro que tuvo que celebrarse el Jueves Santo por la mañana por su cancelación en la fecha prevista a causa de la lluvia.
Señora, ya está a tu lado tu hijo. Reposa en su lecho y ha dejado su mano abierta. Al verla, nos vienen tantos y tantos recuerdos….
Casi todos recordamos a la madre, a nuestras madres. La persona que colocó un pequeño regalo lleno de su sangre dentro de nuestro cuerpo menudo y que, todavía sin poder abrir los ojos, tomó nuestra mano, que era un diminuto puño, lo cubrió de besos y lo puso en su pecho junto a su corazón, para que el nuestro siga latiendo siempre, aunque ella no esté.
Nos acordamos cuando alguno dijo a su hijo, dame la mano, y puso en ella por primera vez una vela en la procesión de la Soledad. La llevaba en posición vertical y cuando llegó a la plaza la bombilla señalaba el suelo. Al quitarle la vela, sus dedos delgados se le habían quedado agarrotados y helados por el frio.
O cuando tu padre te decía dame la mano, y ponía en ella unos palillos. Nos arropaba con las suyas y acompañaba el ritmo del toque en el tambor. Al cabo de los años algunos fuimos los que le dijimos en su lecho de muerte, dame la mano padre y le acompañamos en su último suspiro.
Dame la mano, nos dice la abuela, y pone e ellas un dulce o unas monedas, y enseguida te las cierra para que nadie vea lo que ha depositado. Y notas esas manos curtidas que te han elaborado tan exquisitos platos que no has encontrado nunca en otro sitio.
Dame la mano, nos dice el abuelo, y nos da la primera mojada del huevo frito, o un trozo de jamón, y nos relata la historia más bonita, o la canción que nunca olvidarás. Y lo único que se nos ocurre es aproximar nuestra mano a su cara y decirle: ¡pinchas abuelo! Y sus ojos se iluminan y brillan porque acaba de recibir el mejor piropo y la mejor caricia.
Dame la mano, decimos a un amigo cuando hace tiempo que no lo vemos pero que siempre está cuando se le precisa, y éste nos responde: la mano y un fuerte abrazo con un largo redoble de nuestras manos en la espalda.
Dame la mano, decimos al desahuciado, al sin techo, a las personas invisibles que no queremos ver y entregamos un trozo de pan, un café caliente, un dulce,…. Te premian con una sonrisa, con una mirada que ilumina tu corazón y te das cuenta de lo afortunado que eres.
Dame la mano, te dice tu pueblo, y tiende la suya llamada tradición, y te coloca en ella un guante, una vela, un estandarte, una lanza, una hoja de lectura, un campana, un ramo de laurel, una flor, una carraca, un farol, un objeto bíblico, un cornetín, unos palillos, una maza, una cruz…. para que un año más continúe vivo el sentir de tu pueblo, para que una año más siga vivo el recuerdo de un Hombre Bueno.
Señor, acabas de pasar por delante de nuestros portales y seguro que has visto en ellos nuestros deseos, nuestras penas, nuestras alegrías, nuestras enfermedades…. Cuando estés en tu rincón, me acercaré y me colocaré al lado de tu armazón y, mientras rezo, reviviré mis recuerdos, mis mejores recuerdos, que es el paraíso que dispongo y del cual jamás seré expulsado. Seguiré viniendo a tu lado hasta que…. un día me digas….
dame la mano.